La Virgen de la Ternura
En cuanto a su representación iconográfica, la Virgen del Refugio deriva y a la vez se aleja de las imágenes de la Virgen-trono, solemnes y hieráticas. Muestra a María sentada, con el Niño en su regazo, de acuerdo a la tipología de la Eleusa (la Virgen de la ternura): Madre e Hijo se inclinan hacia el otro con gesto amoroso, rompiendo la simetría y la frontalidad características de las imágenes más antiguas en que la Virgen ejerce potestad sobre el universo.
Dicha tipología, junto con los elementos iconográficos que se describen a continuación, se repiten en todas las copias del original, muchos de los cuales también llevan una inscripción con el título de la advocación. Tal cosa está fundamentada en su estatuto de imagen sagrada, pues para asegurar su efectividad debían ser copiadas fielmente, a manera de “icono”, tal como sucede con este cuadro de José de Páez.
María viste una túnica encarnada o rosada y un manto azul –ornamentado en muchas imágenes con vivos dorados, aplicaciones de pan de oro que dibujan motivos vegetales, estrellas, y los nombres de María y Cristo. Este último suele mirarse cubierto por una túnica translúcida y un paño de pureza. Cruza los hombros de la Madre un paño también translúcido y ligero, o bien color avellana, sostenido por un rico broche. Los pendientes y el hilo de perlas que suele portar recuerdan las joyas que solían ser regaladas por los fieles a este tipo de imágenes, al igual que las vestimentas cuando se trataba de figuras escultóricas “de vestir”.
Las sienes de la Virgen pueden estar ceñidas bien por una corona real, idéntica a la del Niño, o por una diadema imperial. Por último: sobre el fondo neutro del cuadro se recorta el brillo de los resplandores de ambas figuras, que denotan la sacralidad de los personajes y sugieren halos de orfebrería. O bien, el fondo puede estar ocupado por un cúmulo de nubes, en tanto que instrumento de visualización de lo sagrado.
En cuanto a su representación iconográfica, la Virgen del Refugio deriva y a la vez se aleja de las imágenes de la Virgen-trono, solemnes y hieráticas. Muestra a María sentada, con el Niño en su regazo, de acuerdo a la tipología de la Eleusa (la Virgen de la ternura): Madre e Hijo se inclinan hacia el otro con gesto amoroso, rompiendo la simetría y la frontalidad características de las imágenes más antiguas en que la Virgen ejerce potestad sobre el universo.
Dicha tipología, junto con los elementos iconográficos que se describen a continuación, se repiten en todas las copias del original, muchos de los cuales también llevan una inscripción con el título de la advocación. Tal cosa está fundamentada en su estatuto de imagen sagrada, pues para asegurar su efectividad debían ser copiadas fielmente, a manera de “icono”, tal como sucede con este cuadro de José de Páez.
María viste una túnica encarnada o rosada y un manto azul –ornamentado en muchas imágenes con vivos dorados, aplicaciones de pan de oro que dibujan motivos vegetales, estrellas, y los nombres de María y Cristo. Este último suele mirarse cubierto por una túnica translúcida y un paño de pureza. Cruza los hombros de la Madre un paño también translúcido y ligero, o bien color avellana, sostenido por un rico broche. Los pendientes y el hilo de perlas que suele portar recuerdan las joyas que solían ser regaladas por los fieles a este tipo de imágenes, al igual que las vestimentas cuando se trataba de figuras escultóricas “de vestir”.
Las sienes de la Virgen pueden estar ceñidas bien por una corona real, idéntica a la del Niño, o por una diadema imperial. Por último: sobre el fondo neutro del cuadro se recorta el brillo de los resplandores de ambas figuras, que denotan la sacralidad de los personajes y sugieren halos de orfebrería. O bien, el fondo puede estar ocupado por un cúmulo de nubes, en tanto que instrumento de visualización de lo sagrado.
Articulo de Lenice Rivera, Historiadora del Arte Religioso.
http://www.arts-history.mx/blogs/index.php?option=com_idoblog&task=viewpost&id=476&Itemid=57
Nuestra Señora del Refugio en Mexico
( La Nueva España)
de un articulo de Adolfo Romero
La Virgen María es el arca viva que preserva a los hombres de los males del alma y del cuerpo; la ciudad que refugia a los miserables y los desamparados; la torre del faro que da luz a los hombres que navegan en el peligroso mar del mundo; aquella que salva a las almas del naufragio. Como intercesora y Madre misericordiosa, ella es la Luna que luce de noche para los pecadores que la invocan, tal como Cristo lo hace de día para los justos. Tal es precisamente el sentido de la estampa aquí reproducida, que corresponde a la grabada por los hermanos Klauber (Augsburgo, 1750). El papa Clemente XII la mandó coronar el 4 de julio de 1717.
( La Nueva España)
de un articulo de Adolfo Romero
La Virgen María es el arca viva que preserva a los hombres de los males del alma y del cuerpo; la ciudad que refugia a los miserables y los desamparados; la torre del faro que da luz a los hombres que navegan en el peligroso mar del mundo; aquella que salva a las almas del naufragio. Como intercesora y Madre misericordiosa, ella es la Luna que luce de noche para los pecadores que la invocan, tal como Cristo lo hace de día para los justos. Tal es precisamente el sentido de la estampa aquí reproducida, que corresponde a la grabada por los hermanos Klauber (Augsburgo, 1750). El papa Clemente XII la mandó coronar el 4 de julio de 1717.
En 1719, la imagen llegó a la Nueva España (hoy Mexico), donde conservó su vocación peregrina y su carácter misericordioso. En ese año que el jesuita Juan José Giuca, quien había presenciado la coronación pontificia de la imagen un par de años atrás, trajo la primera estampa; un poco más tarde habría de llegar procedente de Italia la primera copia pictórica. A partir de ese momento, la devoción comenzó a extenderse, con fines didácticos y propagandísticos, por los templos y colegios de la Compañía, lo mismo entre las élites que entre los indios y las clases bajas.
La devoción estuvo presente en el actual estado de Puebla, extendiéndose hasta Zacatecas y el Bajío. Esta devoción que se extendió hacia el norte de la Nueva España tenía un carácter de imagen de avanzada sobre las fronteras. A partir de 1747 estuvo presente en el Colegio de Propaganda Fide de Guadalupe, Zacatecas, para posteriormente llegar hacia el actual estado de Durango, o la Nueva Vizcaya, en aquel entonces. Precisamente fueron los franciscanos los que retomaron su culto debido a la expulsión de los jesuitas de la Nueva España.
Es una de las advocaciones marianas de las cuales se puede encontrar un buen número de cuadros en los templos virreinales. En cuanto a su representación iconográfica, la Virgen del Refugio deriva y a la vez se aleja de las imágenes de la Virgen-trono, solemnes y hieráticas. Muestra a María sentada, con el Niño en su regazo, de acuerdo a la tipología de la Eleusa (la Virgen de la ternura).
Dentro de la representación iconográfica de esta advocación es la de mostrar al niño y a la madre de una manera amorosa, la cual tiene una ruptura con las imágenes tradicionales que se mostraban de frente y con una mirada de potestad sobre el universo.
La imagen que se conserva en el Museo de Arte Sacro y/o Galería Episcopal de la Catedral de Durango, es muy similar a la original para que su efectividad de imagen sagrada se asegure.
María viste una túnica rosada y un manto azul verde, ornamentado con vivos dorados que dibujan motivos vegetales, estrellas, y los nombres de María y Cristo. La Virgen tiene una corona real, idéntica a la del niño y sobre el fondo del cuadro se aprecia el brillo de los resplandores de ambas figuras, que denotan la sacralidad de los personajes. El niño está de pie sobre una nube.
Ambos están mirando hacia el espectador como una especie de mirada que nos dice que son tan amorosos como cualquier madre e hijo en esa situación.
La transparencia que logró el pintor en esta copia en el manto del niño y el velo de la virgen son de una extraordinaria calidad y reflejo de la maestría en este arte. Y para finalizar, la virgen y el niño están rodeados de unos adornos florales muy coloridos.
Este cuadro fue pintado en 1768 por el oaxaqueño Miguel Cabrera, aficionado de los colores pasteles, del cual, se tienen diversas obras religiosas en el estado de Durango y los cuales dan fe del esplendor económico, político, social y religioso que se vivió durante el siglo XVIII. Recorrer la sala dedicada al siglo XVIII que el museo de catedral tiene es viajar en el tiempo y admirar el trabajo de los mejores pintores de la época, del cual, la Nueva Vizcaya no estuvo exenta. (Con información de los archivos de la Catedral).
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http://www.lavozdedurango.com/noticias/tiempo-libre/virgen-del-refugio-del-museo-de-arte-sacro
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http://www.lavozdedurango.com/noticias/tiempo-libre/virgen-del-refugio-del-museo-de-arte-sacro